A través de una entrada monumental donde los 4 elementos: agua, tierra, viento y fuego nos reciben, encontramos un sobrio y espectacular espacio que te llena de paz y armonía y te llevan de la mano para la gran bienvenida al cruzar esa maravillosa puerta de hierro forjado al paraíso de la vegetación oaxaqueña y el océano pacifico, todo esto dando paso a la elegante y distinguida arquitectura de Carlos Herrera.
La casa, un fascinante y prodigioso espacio de líneas, materiales y niveles con apertura total al exterior combinan en perfección para lograr la cálida invitación a disfrutar al máximo los momentos y la estadía.
Cada nivel, un espectáculo diferente. La magna estancia principal, con sala, comedor y alberca es una elegancia absoluta con la vista del océano perdido en el cielo. Un nivel abajo, las dos recamaras, un lujo hecho para disfrutar la intimidad y el descanso profundo con la conexión visual directa al jardín precediendo el mar. Las otras recamaras con acceso directo a este soberbio jardín que te lleva a la segunda alberca con sala, asador, mesa de backgamon, barra y el sonido abrupto de las olas rompiendo con las piedras. Bajando las escaleras, un acantilado privado, intimo y discreto perfecto para ver el atardecer y disfrutar del romanticismo mas profundo del estado de cualquier persona que sabe disfrutar del buen vivir.
Siguiendo un laberinto de escaleras de piedra llenas de movimiento, sorpresas y vegetación pura, llegamos al excelso máximo de la naturaleza, el mar, mismo que acompañamos en su aventura diaria con una terraza hecha de rocas natural y el corazón de quien lo respeta y lo disfruta.